Por Guillermo Robles Ramírez
Pareciera que nacieran para ser destinados a cargar su propia cruz, tal como lo hizo Jesucristo antes de ser crucificado. Cada uno de ellos lleva en su mente el poder alcanzar el sueño americano, para así dejar atrás el sufrimiento y la pobreza en la que han crecido.
Cada día en la unión americana crece el número de migrantes provenientes principalmente de América Latina; que salen de su país en busca de un empleo para mejorar su status económico. Y recorren la misma ruta que todos los migrantes sin importar el país de origen latino y caminan los mismos kilómetros que los demás caminan.
Así son los migrantes, aquellos seres humanos que abandonan su lugar natal para salvar a su familia de la pobreza, son quienes caminan sin importar las horas; los que se agotan sin descansar; quienes soportan los fuertes rayos del sol, o los estragos del frío, aquellos que ven caer gotas de sudor sobre sus rostros.
Un sacrificio que los centroamericanos intentan sin parar, todo con la finalidad de cruzar hasta Estados Unidos y trabajar en aquel país. Una ilusión que crece en cada uno de ellos y permanece de pie cada minuto en su andar.
En esa búsqueda del sueño americano inician un vía crucis antes de su partida. Con esfuerzo hombres, mujeres, y jóvenes, buscan la manera de ahorrar por algún tiempo varias monedas, hasta lograr juntar miles de dólares, para que éstas les sean entregadas a los llamados “polleros”, quienes tienen el supuesto compromiso de cruzarlos hasta el territorio americano, sin embargo; el valor de esos dólares les es robado durante el paso por nuestro país; dejándolos completamente en el desamparo, es ahí donde comienza su propio vía crucis.
Es muy lamentable que todos ellos que oscilan de entre los 16 y 35 años, algunos de ellos deciden ser acompañados de sus pequeños hijos ahora se encuentren varados en alguna parte de este país con la única idea de cumplir con el sueño americano, arriesgando el todo por el todo y sin temor.
Es fácil detectar a un migrante, por lo general visten cómodamente jeans, playeras, tenis y una mochila donde seguramente llevan agua, y otros objetos. Salvadoreños, hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses, principalmente pero ahora se unen de otros países que entran por Venezuela, Colombia o Panamá. Personas que viajan desde Cuba, y África para ingresar fácilmente por los países recién mencionados y cruzar por todo México para poder llegar a las fronteras de los Estados Unidos.
Durante este largo trayecto se van deteniendo a descansar para recuperarse porque caminan hasta 180 kilómetros al día ante la falta de vagones o furgones que abordar; es verdad que muchos encuentran asilo en donde pasar la noche, pero otros, lamentablemente no corren con la misma suerte, siendo su acento lo que los delata y son asaltados, golpeados, maltratados, por el crimen organizado, pandillerismo mexicano, policías de ayuntamientos, o cualquier otra autoridad estatal o federal cada vez que ven la oportunidad de hacerlo pasando desapercibido y violándose constantemente sus derechos que solamente están escritos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Y aun cuando suelen ser pocos valientes quienes denuncian ante las autoridades federales, o internacionales ambas se quedan sin solucionar nada y mientras tanto los migrantes se ven truncados en el sueño americano.
Algunos se esconden entre matorrales o se arriesgan al abordar transportes locales que les llegan a cobrar hasta 10 veces más el costo del pasaje, esto lo realizan con la intención de llegar a Estados Unidos e incrustarse ahí y ganar algunos dólares; mismos que están destinados acabar con la mala vida que han llevado durante muchos años.
Cargando su cruz los centroamericanos siguen cada vez más adelante, saben del peligro, pero éste no es obstáculo para cumplir su cometido. Con hambre y dolor reflejado en su rostro cada uno de ellos espera que caiga el sol sobre las vías del ferrocarril, y escondidos sobre los matorrales esperan a que pase el tren que los llevará hacia otro destino, lugar del cual no están seguros si llegarán.
Miles de centroamericanos han estado a la espera de que los trenes reanuden actividades, las cuales han sido interrumpidas últimamente. En este arriesgado viaje, no todos corren con la misma suerte, porque con la velocidad con la que pasa el tren es difícil trepar. Sin embargo, esta es la más común de las formas que utilizan los migrantes para seguir adelante con su viaje.
Comúnmente los migrantes escogen rutas ferroviarias del sureste mexicano, la que más se encuentre cerca de la costa, ya que es donde se pueden considerar a salvo de las autoridades federales.
Miles de migrantes han manifestado que en su trayectoria mexicana a pie o arriba del tren fueron asaltados o extorsionados por militares, policías, agentes de migración, trabajadores ferrocarrileros, transportistas y delincuencia organizada, armada con rifles largos como el llamado AK-47 y el AR-15. Este es un obstáculo que se toparan por siempre, pero en su mente solo pasa el poder lograrlo y no morir en el intento, puesto que tienen que subir y treparse como puedan al tren en marcha, pero lamentablemente algunos de ellos no logran subir y se han mutilado partes de su cuerpo.
Está comprobado que cientos de hombres y mujeres han perdido alguna parte de su cuerpo al intentar subir al tren, pero ellos no tienen otra solución, puesto que no pueden viajar como un pasajero normal en las líneas de autobuses es un riesgo latente de ser detenidos por las autoridades competentes, solamente tienen la opción de arriesgar su vida una, y otra vez; con tal de llegar a cumplir con el llamado “sueño americano”. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org